Mirarse en el espejo muy temprano,
es decepcionante y peor es no reconocerse.
Hice varios gestos pequeños
movimientos de mi rostro, una
contorsión ligera y sigo igual,
sin saber quien soy, esa cara de ¿quien es? Pregunté.
Habré de solicitar una atención medica especialista
en gerontología.
Sé mi nombre, los actos y años vividos, pasados y
presentes los recuerdos hoy en día.
Lo que no reconozco es la cara
que me veo todas las mañanas
en el espejo.
Siento que alguien me ha hecho
una mudanza de mi cara, y la ha cambiado
por otra desconocida para mí, que siento
haber sufrido un trasplante de rostro.
La metamorfosis te llega
sin que te des cuenta, puedes perder
los pelos de tu cabellera, lo mismo,
los dientes de tu boca, eso no es vejez,
¡vejez es arrastrar los pies!
Mis ojos, me auto preguntan
¿Por qué todos estos cambios? Tan rápidos y
tan bruscos, que siento que me quieren
despojar de mi juventud y arrebatarme
mi vida, siento que me doblo de dolor,
sin poder enderezarme.
Estoy viejo de edad
y dejaré pasar los meses del calendario
y en diciembre próximo seré
el ultimo día de ese mes “Año Viejo”.
No le tengo miedo a la vejez,
lo que le temo es a la soledad
y pánico al olvido.
El vivir es una comedia,
y en cualquier momento
el desenlace puede producirse.
El consuelo que me queda,
es que encuentre en mi camino,
a una joven persona
que sufra el “síndrome de gerontología”
que es cuando, se enamora perdidamente
de un anciano.
No es viejo el que mantiene
la fe en sí mismo,
el que vive sanamente alegre,
convencido que para el corazón puro no hay edad.
Las campanas del cielo, todavía no suenan ni las escucho.
O serán muy tenues e imperceptibles.
No creo merecerme, que me lleve
la parca todavía, no sufro ninguna enfermedad,
ni torpeza, ni holgazanería, no obstante
soy consciente que la muerte con su pálido
rostro, ¡me tocara la puerta algún día y será la señal que
tengo que irme!